Esta sí que es la última entrada de la entrega "tendalero neoyorkino". La "gran manzana"esconde sus coladas. Las fachadas de los altos edificios nos regalan los mil y un destellos de sus cristales, e infinitos reflejos de sus vecinos, que compiten estirando sus cuellos hacia lo azul, caprichosas geometrías reflejadas, inestables y cambiantes en cada nuevo paso...pero ni un solo atisbo de ropa colgada...por ningún rincón. Sólo el ondulante y omnipresente movimiento de las barras y las estrellas...
Y de pronto... ...nuestros ojos tremendamente sensibilizados con cualquier cosa que es sujetada por pinzas, descubren emocionados los primeros y únicos tendaleros de toda la ciudad...
...que curiosamente están situados en el interior y en el escaparate, respectivamente, de un par de tiendas de ropa infantil...
...¿no os parece significativo? o ¿será que me estoy empezando a obsesionar?
Ya han pasado dos meses desde la vuelta y todavía, cuando pienso en la ciudad, siento en la cara el hormigueo de la sacudida que causó en mi. Volveré...es precisa una reconciliación.
1 comentario:
Es la tercera vez que intento publicar un comentario y ya no sé qué es lo que quería decir.
Más o menos la idea era explorar sobre el sentido metafórico de la cuerda, la ropa y la pinza: la cuerda como hilo de la vida, la ropa como representación del ser y la pinza como la conexión del ser con la vida.
Lo sé, un poco noño, pero hay días...
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