El Tendalero. Experimentación sobre el discurso de la memoria, la ausencia, la huella y sus sentires.
Jon es un crack. Por si andábamos cortos de motivación ha ideado este super héroe de nombre (¿em?) SuperTendalero.
Jon, desde el ritmo que le marcan los 7 años que tiene, siente como propia e intensa la experiencia del tendalero. Echa de menos las intervenciones y el color.
La arquitectura del pozo de sal abandonado resuena coqueta y asombrada susurrando bonitas palabra al invisible oído de la novia ausente.
Comentamos de El Tendalero como lugar donde "colgar".
Aunque sólo sea por salvar el vacío estival, valga esta reflexión sobre el tiempo, el espacio y lo que pasa por delante de nosostros cuando no pasa nada.
Después de la propia sangre, lo mejor que el hombre puede dar de sí mismo es una lágrima.
Allí que nos fuimos, a colgar nuestros tendeles, que se empapen con la ceniza de lo sucedido y fijen en la memoria un "nunca más" deseado desde todos y cada uno de mis pelos erizados como escarpias.
El paisaje después de la batalla, de las ausencias y las pérdidas. Sólo quedan los cadáveres, las espigas negras como gordos gusanos que crepitan y se deshacen a nuestro paso.
Esta es la parte más vulnerable de mi tendalero. Allí donde me saco los trocitos de uñas mordisssssqueados e incrusssssstados en mis tripas. Los extiendo con cuidado y la ayuda de un par de bolígrafos sobre cartones recortados y los tiendo para que se sequen al sol que más calienta (el del calor que emanan mis compañeros tendaleros, gracias mila y gracias sebas)
Como un paisaje diminuto, el borde de la sábana como la vega del río y al fondo el túmulo de la ceniza.
Flotando entre los trajes, al igual que los de hielo, su mayor carga estaba oculta y era de género emocional.
No había corrientes que los animaran, no les alcanzaban, y eso era causa de desasosiego. Estaban y no estaban, eran como huellas de la ausencia. De otros que podríamos ser y seguramente seremos.
Que no eran barreras, que de verdad no lo eran. Sólo limpias membranas para atravesar rozando, como la amnio que nos rodeaba en el calorcito dentro de la ama. Que no eran barreras, de verdad, eran el acceso al tendalero enfocado, estable, y por una vez permanente durante una semana, allá en Salvatierra.
Mujeres, anónimas, que han pasado por este mundo, unas veces asumiendo y otras reaccionando, pero que nunca permanecieron pasivas y resignadas, siempre encararon, sabias, generosas y valientes, los mil desafíos y obligaciones que les plantearon sus vidas...
Situadas a lo largo de su vida como en un damero: de frente, dispuestas a avanzar. Posicionadas estratégicamente, mujeres que han entregado todo a cambio de nada o de casi nada. Mujeres siempre en la retaguardia a la hora de exigir, y sin embargo en primera línea de fuego a la hora de dar, de entregarse. Luchadoras, incombustibles, necesarias,...
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